Yo no tengo tantos versos como escribió Catulo.
Tú no tienes tantos besos como dio Clodia.
La noche cae lentamente agonizando sobre mi vientre, yo la he matado,
guardo sus restos entre mis costillas como si se tratase de El Dorado.
Yo, que soy el Sol, todavía no he despertado.
La Luna se aleja, me lleva años de ventaja, lo que yo hubiera dado por volverle a dar caza.
Me mira desde su cielo planeando bombardear esta noche con sus palabras mi Gaza.
Fuimos Apolo y Dafne pero a Ovido le faltan metamorfosis para escribir nuestra crónica,
corrí por las páginas escritas de sus Amores de manera agónica.
Arráncame, Perseo, las serpientes de esta cabellera a la que tantos temen,
caerán al mar en busca de esos besos tuyos que tanto quieren.
Y, si te compadeces, cóseme la piel que deshicimos a bocanadas de aire encolerizado,
la noche en que mis manos soñaron tu templo expoliado.
Ya no se caen las murallas de Troya.
Llora Aquiles desconsolado a las puertas de la ciudad que le iba a hacer pasar a la historia.
Llora Tetis porque ni con ayuda de los dioses su hijo pasará a la memoria.