miércoles, 3 de agosto de 2016

Soles occidere et redire possunt: nobis, cum semel occidit brevis lux, nox est perpetua una dormienda.



Yo no tengo tantos versos como escribió Catulo.
Tú no tienes tantos besos como dio Clodia.

La noche cae lentamente agonizando sobre mi vientre, yo la he matado,
guardo sus restos entre mis costillas como si se tratase de El Dorado.
Yo, que soy el Sol, todavía no he despertado.

La Luna se aleja, me lleva años de ventaja, lo que yo hubiera dado por volverle a dar caza.
Me mira desde su cielo planeando bombardear esta noche con sus palabras mi Gaza.

Fuimos Apolo y Dafne pero a Ovido le faltan metamorfosis para escribir nuestra crónica,
corrí por las páginas escritas de sus Amores de manera agónica.

Arráncame, Perseo, las serpientes de esta cabellera a la que tantos temen,
caerán al mar en busca de esos besos tuyos que tanto quieren.

Y, si te compadeces, cóseme la piel que deshicimos a bocanadas de aire encolerizado,
la noche en que mis manos soñaron tu templo expoliado.

Ya no se caen las murallas de Troya.
Llora Aquiles desconsolado a las puertas de la ciudad que le iba a hacer pasar a la historia.
Llora Tetis porque ni con ayuda de los dioses su hijo pasará a la memoria.




martes, 2 de agosto de 2016

Mors faciet ne sim.


Clávame un puñal por cada rosa que te regalé.
Hice odas que lanzaste al mar cada vez que te quise ver.

La muerte aciaga me persigue sin que nadie lo advierta, la guadaña se cierne sobre mi cuello pálido,
éste ya parecía anunciar el inminente sino que mi cuerpo ha de albergar.

Quémame, quémame en los fuegos fatuos antes de que salga de nuevo el Sol.
Arde, garganta, tus palabras se inmolan en la nada.

Clávame un puñal por cada rosa que te regalé.
Hice odas que lanzaste al mar cada vez que te quise ver.

Mis ojos son óleos disueltos en lágrimas que se aferran al lienzo manchado de tu piel de ámbar,
desgastada por las veces que te pensé, por tanto que la soñé.

Degüellame, degüellame y tira mi cabeza al Río antes de que salga de nuevo el Sol.
Las serpientes de mis cabellos sollozarán tu nombre.

Clávame un puñal por cada rosa que te regalé.
Hice odas que lanzaste al mar cada vez que te quise ver.

La nívea piel que resguarda mis entrañas palpita tu nombre y entre profundos cortes se arrebata,
sangra ininterrumpidamente en silencio y le llora a tus ojos de gata.

Desuellame, desuellame y hazte un vestido con las caricias que no quisiste tener.
No necesito ni piel ni cuerpo si no te vuelvo a ver.

Clávame un puñal por cada rosa que te regalé.
Hice odas que lanzaste al mar cada vez que te quise ver.